Hay pocas cosas que despierten tanto la sensación de verano como un día de playa bien aprovechado. El sonido de las olas, el olor a salitre, la arena entre los dedos… y, cómo no, esa comida que sabe el doble de bien cuando estás bajo el sol, con el mar como telón de fondo.

Porque si algo tienen las vacaciones junto al mar, es que cada bocado se convierte en un momento especial. La comida en la playa no es solo cuestión de llenar el estómago: es un ritual, una forma de disfrutar del tiempo libre, de compartir y de saborear la vida a otro ritmo.

El chiringuito: templo del verano

No importa si eres de bocadillo y nevera o de terraza con mantel: todos coinciden en que un buen chiringuito puede convertir un día cualquiera en un recuerdo inolvidable.

En Asturias, por ejemplo, es fácil encontrar joyas junto al mar donde sirven desde un arroz con bugre que quita el sentido hasta unas sardinas recién hechas, doradas por fuera y jugosas por dentro. O esos chipirones a la plancha con un toque de ajo, acompañados de una sidra bien escanciada, que saben a gloria después de un chapuzón.

El sabor del picnic playero

También está el equipo de la comida casera en la playa, donde la tortilla de patata, la empanada, la ensaladilla o el clásico filete empanado se convierten en los grandes protagonistas. Todo sabe mejor cuando se comparte sobre una toalla, con los pies en la arena y sin prisa por volver a casa.

El picnic tiene algo nostálgico, familiar, que conecta con recuerdos de infancia y vacaciones en familia. Y aunque el menú sea sencillo, la sensación de comer al aire libre, rodeado de mar, sol y buena compañía, no tiene precio.

Dulces, helados y otras tentaciones

Después de comer, el postre es paseo y helado en mano. De turrón, de nata con nueces, de fresa o el mítico corte entre galletas. A veces no hace falta más para cerrar el día con una sonrisa.

Y si cae la tarde, nada como quedarse a ver el atardecer desde la playa, con una bebida fría o un café entre manos, dejando que el tiempo se detenga un rato más.

Comer en la playa: un lujo sencillo

Las vacaciones junto al mar nos enseñan que la felicidad está en los pequeños detalles. En el sabor salado de una patata frita, en el primer trago de una bebida fría, en el pan crujiente de un bocadillo o en la risa compartida tras un baño.

La comida en la playa no necesita etiqueta, solo ganas de disfrutar. Porque al final, lo que recordamos no es solo lo que comimos, sino cómo lo vivimos.

¿Y tú? ¿Eres más de tupper y nevera o de chiringuito con vistas al mar?

Sea cual sea tu estilo, que nunca falten los buenos sabores en tus días de verano.

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